La clasificación taxonómica de los criptoactivos constituye un campo dinámico y en constante evolución dentro del ecosistema financiero y tecnológico. Aunque no existe una taxonomía universalmente aceptada, diversos enfoques permiten categorizar estos activos digitales según criterios específicos, como su función económica, técnica o su mecanismo subyacente. A continuación, se desarrolla una perspectiva integral sobre las principales clasificaciones de los criptoactivos.
En primer lugar, una clasificación común se basa en la función económica que desempeñan los criptoactivos, dividiéndolos en tres categorías fundamentales. Los instrumentos de pago, como las criptomonedas, son diseñados para facilitar transacciones financieras sin la intervención de intermediarios tradicionales. Ejemplos destacados incluyen Bitcoin y Litecoin, que operan como medios de intercambio descentralizados y de alcance global. En segundo lugar, los instrumentos de inversión o “security tokens” representan derechos sobre un activo subyacente o una participación en utilidades futuras de una entidad emisora. Estos activos suelen estar sujetos a regulaciones financieras tradicionales debido a su naturaleza similar a valores bursátiles. Finalmente, los instrumentos de utilidad, conocidos como “utility tokens”, otorgan acceso a productos o servicios específicos dentro de un ecosistema digital, como en el caso de los tokens utilizados en plataformas de economía colaborativa o redes descentralizadas.
Otra perspectiva de clasificación se basa en la función técnica de los criptoactivos. Este enfoque examina los atributos tecnológicos y la arquitectura digital que respalda a cada activo. En este contexto, se busca incorporar la mayoría de los criptoactivos dentro del ámbito regulatorio, con el objetivo de mitigar riesgos asociados como el arbitraje regulatorio. Sin embargo, esta clasificación enfrenta retos significativos, especialmente cuando las normativas específicas no logran equipararse a las reglas existentes en otros mercados financieros.
Entre las categorías técnicas más notables se encuentran los tokens no fungibles (NFTs), que destacan por su unicidad y su incapacidad para ser fraccionados. Estos tokens, populares en el arte digital y los bienes coleccionables, han creado nuevos modelos de propiedad digital y monetización. Asimismo, las stablecoins representan un grupo de criptoactivos cuyo valor se encuentra vinculado a un activo de referencia, como una moneda fiduciaria. Estas pueden dividirse en fichas de dinero electrónico, que mantienen una paridad con una moneda oficial, y fichas referenciadas a activos, cuyo valor depende de una combinación de valores o derechos subyacentes.
Los governance tokens constituyen otra categoría distintiva dentro del ecosistema blockchain. Estos criptoactivos otorgan a sus poseedores derechos de voto en decisiones clave relacionadas con el desarrollo de proyectos descentralizados. Su importancia radica en el establecimiento de modelos de gobernanza participativa, donde los usuarios pueden influir directamente en la evolución de una plataforma o red.
Adicionalmente, algunos criptoactivos representan derechos de propiedad sobre activos tangibles o financieros, conocidos como “asset tokens”. Estos tokens permiten fraccionar la propiedad de bienes como inmuebles, metales preciosos o acciones, democratizando el acceso a oportunidades de inversión anteriormente reservadas para grandes inversionistas. Por otro lado, las propuestas de clasificación más amplias, como las desarrolladas por MSCI, dividen los activos digitales en cuatro clases principales: monedas digitales, infraestructura blockchain, aplicaciones de activos digitales y derivados en cadena.
Es relevante destacar que la clasificación de los criptoactivos no solo responde a su función o tecnología, sino también a factores como su mecanismo de respaldo de valor, fungibilidad y caso de uso. Por ejemplo, algunos criptoactivos tienen características híbridas, evolucionando con el tiempo para desempeñar funciones múltiples. Un token que originalmente fue creado como instrumento de utilidad puede adquirir valor de mercado y comenzar a utilizarse como activo de inversión. Este dinamismo refleja la naturaleza multifacética y adaptativa del ecosistema de criptoactivos.
La Unión Europea, en su esfuerzo por establecer un marco regulatorio coherente, propone una clasificación basada en la estabilización de valor de los criptoactivos. Según este esquema, se identifican tres categorías principales: fichas de dinero electrónico, fichas referenciadas a activos y otros criptoactivos, que incluyen las fichas de consumo. Este marco proporciona claridad jurídica y promueve la adopción responsable de estas tecnologías en los mercados europeos.
En un plano más específico, algunos tokens que no son considerados criptoactivos incluyen aquellos vinculados a la identidad digital, certificados de credenciales o derechos civiles y políticos. Estos ejemplos demuestran que la aplicación de la tecnología blockchain trasciende el ámbito financiero, abriendo caminos hacia la gestión descentralizada de la identidad y la certificación de derechos fundamentales.
En conclusión, la taxonomía de los criptoactivos es un campo complejo y en constante transformación. La diversidad de enfoques refleja la riqueza y el dinamismo del ecosistema, pero también subraya la necesidad de avanzar hacia una mayor estandarización y armonización regulatoria. Al mismo tiempo, es esencial reconocer que las clasificaciones deben ser lo suficientemente flexibles para adaptarse a las innovaciones tecnológicas y a los cambios en las necesidades del mercado. Como expertos, nuestro deber es contribuir al desarrollo de marcos teóricos y prácticos que permitan aprovechar el potencial de los criptoactivos de manera ética, inclusiva y sostenible.